He pensado algo el título de este
artículo – homenaje a la mujer.
“Mujeres” “La mujer” “Ellas”… y
finalmente me he inclinado por el
más auténtico y contundente, sin
ningún artículo, preposición,
adverbio, adjetivo que lo contamine.
“Mujer” sin más.
Cuando se habla de la mujer se puede
caer en el vicio de la blandenguería
o exageración. Los muros de las
redes sociales están repletos de
ellos. Sentencias de portales al
efecto que buscan múltiples
compartires o megustaren para
obtener beneficios publicitarios y
que sin embargo mueven y conmueven
los sentimientos de hombres, pero
sobre todo de mujeres.
Y no es necesario recurrir a estos
tópicos rosas para expresar a la
mujer el homenaje que como género
humano se merece. Solamente la
relegación social y familiar que
desde el principio de los tiempos ha
tenido y tiene que soportar en
beneficio del otro género ya lo
justifica. Si a esto añadimos la
resistencia social a reconocerlo,
aumenta por mucho el escribir
humildemente en favor de ellas. Si
pensamos en las muchas que se han
quedado en el camino de una
lentísima igualdad, que no acaba de
llegar lo justifica plenamente. Al
menos para mí. El ácido sobre los
rostros son sobre rostros femeninos,
la violación lo es a cuerpos
femeninos, la culpa es de esos
mismos cuerpos y rostros femeninos.
Los masculinos dicen “Sé sumisa”.
“No me gusta que en los toros te
pongas la minifalda” y otras lindas
recomendaciones.
No es necesario tampoco el
remitirnos a hechos históricos de
agravios constantes y sufrimientos,
sino que los palpamos con las yemas
de nuestros dedos cada día cuando
hojeamos el periódico diario o
pulsamos el mando a distancia del
televisor o radio para ver y
escuchar las novedades, que casi
siempre nos trae un 016 sobreimpreso
mientras nos relatan los hechos
escalofriantes protagonizados por
varones enamorados contra sus
ciegamente enamoradas parejas. Casi
siempre tenemos que oír aquello de
que “no existían denuncias previas”.
Bien es verdad que un porcentaje de
esos varones se ha quitado después
la vida. A veces, muchas, esos
escalofriantes hechos varoniles han
acompañado a agresiones o muertes de
sus hijos comunes sabedores de que
la mujer es carne del hijo como el
hijo es carne de la mujer y que
haciéndolo se lo hace a ella
multiplicado. Eso, digo pasa ahora
mismo, en el momento que estoy
contándolo como pasaba en el XIX.
Con la diferencia de la actual
“insumisión” de la mujer que ha
aumentado el derramamiento de sangre
inocente y valiente. “Se sumisa”
aconsejan algunos sin darse cuenta
que la sumisión de siglos no ha
cambiado nada. “Invierte el orden”
habría que decir al varón herido de
orgullo que se inmola tras haber
matado a su mujer e hijos. Esto
arreglaría algo más, si bien no
todo, evidentemente.
Se detiene, juzga y encarcela a las
FEME que lucen pechos en las
protestas ciudadanas por
exhibicionismo y se hace lo mismo
con el varón que se exhibe ante
otras mujeres o niños para
satisfacer su sexualidad sin
importarle a quién denigren con
ello. Y los jueces equiparan los dos
delitos, como si fuera lo mismo.
La mujer sigue sin defenderse
suficientemente. Sigue confiando en
los demás. No admite que digas que
el hombre es un machista impenitente
porque te dirá que no todos. “Quiero
decir públicamente lo maravilloso y
amante esposo que eres y que haces
que mi vida sea una felicidad
completa” dicen algunas
publicaciones en las redes sociales.
Mientras, hace la compra y la comida
y todo lo demás. El maestro hablará
mil veces con la madre de la
evolución de sus hijos mientras que
no conseguirá conocer personalmente
al padre en todo el periodo de
escolarización de éstos.
Y además, ella será positiva,
llevará el consuelo a la familia
cuando lo necesite y callará sus
propios desconsuelos mientras pueda.
“Me avergüenzo de pertenecer al
género masculino” pienso cuando veo
sobreimpreso un 016. “No, no. No lo
hagas. Eres necesario, importante.
No todos son como aquellos
maltratadores y asesinos. Son los
menos”. Me dirá alguna, sin por ello
disminuir mi sensación de
culpabilidad… de género que no de
persona, aunque algo también por la
sensación de no hacer todo lo que se
podría.
Es cuestión cultural. Me volvería a
echar un cable para mi descargo
alguna
Mujer.
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