La escritora Concepción Arenal, de
la que celebramos este año el 195
aniversario de su nacimiento
escribió la frase lapidaria: “Abrid
escuelas y se cerrarán cárceles”, y
es que la escuela tiene un reto que
sin embargo en muchas ocasiones es
de difícil alcance en tanto que la
“tribu”, el entorno familiar y
social no marche con el mismo paso y
aún más, marche decidido con el paso
cambiado. Pero esto no exime a la
escuela de perseguir el método
adecuado para aproximarse al reto.
Abandonarlo por imposible
desnaturalizaría su propia razón de
ser.
Dos noticias a las que he tenido
acceso en estas últimas semanas me
han hecho reflexionar una vez más
sobre dos formas de violencia que
por domésticas tenemos cerca de
nosotros y las palpamos a poco que
sepamos mirar con atención. Me
refiero a la violencia escolar y a
la
violencia
contra la mujer. A veces
ambas van relacionadas. Con
frecuencia los hijos sufren la
violencia machista que dirigida
contra la madre se utiliza
dolorosamente como instrumento
aumentativo del daño de ésta. Ya se
sabe. No hay nada más amado para una
madre que el ser que surgió de sus
entrañas y no hay forma de hacer el
máximo de daño, de ejercer el máximo
de violencia contra ella que hacerlo
contra el hijo. Los maltratadores lo
saben muy bien y con frecuencia
desgraciadamente lo practican.
Algunos niños acosadores han sido a
su vez acosados. Por otro lado los
casos de muerte por violencia
machista no cesan.
La noticia más reciente publicaba la
síntesis del estudio “La percepción
de la violencia de género en la
adolescencia y la juventud”,
elaborado por el Centro de
Investigaciones Sociológicas para la
Secretaría de Estado de Servicios
Sociales e Igualdad a partir de
2.500 entrevistas a personas entre
15 y 29 años, presentado el martes
27 de enero. En este estudio se
habían obtenido resultados sumamente
alarmantes. El 33% de los jóvenes
españoles entre las edades
mencionadas considera "inevitable" o
"aceptable" controlar los horarios
de su pareja, impedir que vea a su
familia o sus amistades, no permitir
que estudie o trabaje o decirle lo
que puede y no puede hacer.
Los encuestados y encuestadas
rechazan mayoritariamente la
violencia contra la mujer, pero, en
palabras de la socióloga
coordinadora de la encuesta Verónica
de Miguel "cuando se indaga se
observa que no todas las formas de
violencia suscitan el mismo rechazo
ni todas las manifestaciones son
vistas como violencia, como el
control". Y, bueno, el colmo llega
cuando nos enteramos que un 32 % de
las chicas justifican en ciertos
casos como justificable el control
del varón sobre ellas.
Toda la vida ha existido violencia
sexual o física asociadas
seguramente a la cultura machista
dominante durante siglos y así por
ejemplo las mujeres de nuestra
familia tenían que ser acompañadas
por algún hombre cuando salían a
ciertas horas, y era el progreso de
la sociedad la que, pensábamos los
de mi generación, haría minimizar o
desaparecer esa clase de violencia.
Pero una vez más comprobamos que “la
tribu” no ha propiciado
suficientemente ese avance social.
Esta situación me lleva a la primera
noticia a la que accedí casualmente
y que también me dio que pensar. Se
había comprobado mediante estudio
que la sexualidad en los
adolescentes y jóvenes se estaba
adquiriendo con la enseñanza de los
patrones que nos proporciona la
industria del sexo, es decir, la
pornografía.
Vaya por delante que la pornografía
no está considerada en sí dañina o
perjudicial e incluso puede ser
terapéutica según en qué casos. Lo
realmente preocupante es que el
modelo, el método y el objetivo del
aprendizaje sexual de nuestros
jóvenes se base en estos
estereotipos falsos, y que junto a
la carencia de emociones o
sentimientos propugnan como modelos
la dominación del varón y la
sumisión de la mujer. Me da la
sensación que esta “academia de la
sexualidad” está asumida tanto por
chicos como por chicas y que las
prácticas de las películas
pornográficas se parecen mucho a
violaciones consentidas que, una vez
puestas en práctica, pueden derivar
fácilmente a violaciones forzadas.
Las modas han jugado siempre un
importante papel en el
comportamiento de las masas. Todos
nosotros nos hemos sentido
arrastrados por las tendencias que
nos marcaban los agentes interesados
en mover a las masas y que
inocentemente hemos pensado que eran
producto de la evolución social y la
adaptación a los nuevos tiempos. Las
modas en el vestir, el consumir o el
peinado son dirigidas, y más
propiamente podríamos decir
teledirigidas, si este término puede
aglutinar las tecnologías al
servicio de la imposición de
tendencias. A las modas de estética
se unen las de comportamiento.
Actualmente las redes sociales son
un vehículo ideal para marcar
tendencias y los agentes interesados
se infiltran continuamente. No es
extraño que nos inciten a pinchar
sobre el vídeo que muestra
situaciones de dominación y
vejaciones sexuales, cuando no de
violencia pura y dura. “Miren lo que
le pasa a estas chicas cuando creen
que sus novios no las ven…” “No
podrán creerse lo que…etc” ¿No les
suena a algo?¿No hemos “pinchado”
alguna vez?¿No hemos practicado la
inocencia cuando, creyéndonos tamaña
manipulación hemos compartido con
los demás estas propuestas?
Hace ya muchos años, en los 60, 70,
se creó la moda del hombre sensible,
en cierto modo algo afeminado, que
no homosexual. Las chicas suspiraban
por este tipo de hombres. Muchos se
convertían en sensibles para ligar a
trote y moche.
Antes que eso el modelo era el de
rudo y peludo macho y tatuado, capaz
de arrastrar por los pelos a la
fémina que suspiraba mientras su
culo daba botes por las piedras del
camino. Más reciente, el hombre
dominante pasa por la depilación
total, los músculos y la
proliferación aún más del tatuaje.
Un actor o actriz, futbolista o
famoso, famosa puede crear estilo en
su diseño y en su forma de entender
la vida, y a poco que indaguemos,
descubriremos que alguna mass media
les ha pagado para que creen este
estilo y patrones de comportamiento.
Por supuesto que no será siempre
así, pero sí en gran parte de los
casos.
En el estudio sociológico sin
embargo se abre una ventana de
esperanza. Las campañas de
sensibilización influyen. Del 71%
que rechaza toda forma de violencia
tras haber conocido alguna campaña,
al 64% que rechaza la violencia de
entre los que no han accedido a
ninguna demuestra que algo hace, y
aquí es donde volvemos a la escuela.
Es necesario actuar como contrapeso
a otros intereses, propagar
prácticas de rechazo de la violencia
sexual en todas sus formas y grados
y, desde luego las autoridades
deberían abordar de una vez por
todas el papel de educadora en
sexualidad. No es de recibo
identificar educación sexual con
incitación a la práctica de sexo.
Piénsese en que la pornografía está
tomando el rol del educador y eso sí
que es peligroso y contraproducente.
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